4 - D. JOSÉ P. LAUREL y GARCÍA. (1891-1959) EL PRESIDENTE RESTITUIDO.


Batangueño. Era hijo de un militar que defendía a la Primera República de Filipinas de 1896 en contra de la invasión WASP usense de 1899... Ese militar era Don José Sotero Laurel, uno de los delegados que escribió y firmó la Constitución Filipina de Malolos. José Protacio Laurel y García nació el 9 de marzo de 1891. Se educó en español antes y luego en inglés bajo mentores WASP usenses en el colegio de leyes de la Universidad de Filipinas (UP). Llegó a ser un respetado magistrado del Tribunal Supremo de Filipinas durante el gobierno de la Mancomunidad. Durante ese tiempo no se avenía con los gobernantes WASP usenses, entre ellos el Gobernador General Leonard Wood que estaba abiertamente en contra de dar la independencia a Filipinas.

Cuando los japoneses tomaron a Filipinas de los WASP usense, José P. Laurel fue elegido Presidente de la República Filipina permitida por el ejército japonés entre 1943 y 1945. Trató de defender los derechos filipinos ante lo que pudieran haber sido los excesos de los militares nipones. Pero, cuando los japoneses se percataron que iban a perder la guerra, el Presidente Laurel nada pudo hacer para evitar las atrocidades cometidas en nombre del vigente conflicto bélico.

Al volver los WASP usenses a la destruida Manila, éstos le acusaron a José P. Laurel, con Claro M. Recto y tantos otros líderes filipinos, de 'colaborar' con los japoneses. No quisieron comprender que el papel desempeñado por Laurel y Recto no fue fácil ya que eran ellos mismos, los WASP usenses, los que se escaparon de Filipinas a la primera llegada de las tropas imperiales del Japón dejándoles, en efecto, a los Filipinos a la merced del ejército japonés de ocupación.

Laurel y Recto tuvieron que enfrentarse a los japoneses y negociar a fin de asegurarse la supervivencia del Estado Filipino. No fueron pocos los filipinos que calificaron de cobardes a los WASP usenses puesto que, en comparación con los españoles, ejemplarizado por Simón de Anda, éstos nunca abandonaron a Filipinas cuando los ingleses la invadieron en 1762 ni cuando el corsario chino, Limahong, trató de tomarlas en 1574.

Los españoles, por más reducidos que eran en número (su número total nunca rebasó los 13,000 durante los primeros 250 años de su dominio) jamás abandonaron a los filipinos a su suerte cuando otras naciones más fuertes, como Inglaterra y Holanda, invadieron a fuerza de armas a estas islas.

Es de notar que los holandeses organizaron no menos de veintisiete (27) invasiones contra Filipinas y ninguna de éstas triunfaron porque los filipinos, entonces ciudadanos españoles, secundaban por propia voluntad todos los esfuerzos de defensa y resistencia organizados por los gobernantes españoles y mejicanos desde Manila.

El Presidente Laurel, dicen otras fuentes aprendió el idioma japonés por el que más le apreciaron los altos oficiales del ejército japonés. El Presidente Laurel, leal a su señor padre y a la Primera República Filipina al que pertenecía, recibió bien a los militares japoneses que arribaron a Filipinas con el Gral. Artemio Ricarte, "El Víbora", del anterior ejército del Presidente Aguinaldo, de hecho, compañero de fatigas del autor de sus días. El Presidente José Protacio Laurel, gran conocedor de la historia filipina, quedó totalmente de acuerdo cuando los japoneses le dieron a entender que venían para liberar a los filipinos de la invasión WASP usense desde hace ocho lustros y reinstalar la originaria República de 1896 y 1898.

Laurel bien sabía la historia del Gral. Artemio Ricarte y la razón por que él se auto-exilió al Japón, sobreviviendo como profesor de español por cuarenta años. Y es porque el Gral Artemio Ricarte, el puro patriota que era, jamás quiso aceptar la soberanía norteamericana sobre sus Islas Filipinas.

Con la colaboración de patriotas Filipinos como Ricarte, el Japón inauguró una República Filipina independiente de Estados Unidos con José P. Laurel como su Presidente.

El Presidente Laurel y su gabinete lograron salvar la vida de muchos filipinos cuando los comandantes y soldados japoneses, amenazados por el arribo de las fuerzas norteamericanas, se entregaban al suicidio y al ‘kamikasi’ (morir matando) al verse inminentemente vencidos. Los japoneses no podrían comprender como la población filipina, engañada por la propaganda norteamericana y la enseñanza de una historia Filipina falseada, se atrevían a demostrar imprudentemente su complacencia por la anunciada llegada de los "libertadores" usenses. Este partidismo irresponsable a favor de los WASP usenses fue lo que verdaderamente provocó más aun la hostilidad y la violencia por parte de las fuerzas japonesas en contra de los civiles Filipinos pues el pro-americanismo de unos pocos incautos, los japoneses se sintieron traicionados por la generalidad de los filipinos al que hasta cierto punto aun consideraban como una "raza hermana" que debiera liberarse del yugo económico y político WASP usense. Si EE.UU. no hubiese anunciado que arribaría a Filipinas, ignorando el plan de uno de sus almirantes de arribar en Okinawa y Formosa, en vez de venirse a Manila, las fuerzas japonesas no se hubiesen entregado al incendiarismo y la masacre de civiles. Y Manila se hubiese librado de los efectos destructores y devastadores del incendiarismo japonés y, a la vez, del irresponsable cañoneo y bombardeo WASP usense "al estilo de alfombra" (carpet shelling and bombing) que terminó allanando lo que quedaba en pie a la merced del terrible, por incomprensible, zarpazo de los buldózeres y grúas usenses. Fueron los WASP usenses los que adrede destruyeron y borraron de la tierra en que estaban en pie la entera ciudad murada de Intramuros amen de sus arrabales de extramuros, como Ermita y Malate.

En resumidas cuentas eran los WASP usenses los que más mataron y más destruyeron en la Manila que supuestamente liberaban de los enloquecidos nipones. Y la agenda de destruir la herencia hispana en Filipinas se puede entrever de forma clara en esta terrible masacre y destrucción genocida mediante el bombardeo y cañoneos irresponsables.

En cuanto a la herencia hispana de Filipinas, la pertinencia en particular del idioma español, El Presidente Laurel, que lo tenía como su lengua, no en balde hizo un comentario "independiente" .

Dijo luego el Presidente José P. Laurel: "Por otro lado, y como casi por ironía, la verdadera liberación del individuo filipino igualmente depende de su aprendizaje y uso del mismo idioma español o castellano siendo este idioma el vehículo de su historia y de su identidad nacional. Triste será el día en que los españoles, y los hispanoamericanos pudientes, dejasen de secundarnos en nuestros esfuerzos por conservar este idioma común en nuestras islas frente al inglés“.

"Tanto españoles, como hispanoamericanos, como filipinos, habremos perdido, en el momento en que desaparezca por completo el idioma español en estas Islas, el orgullo de ser lo que somos, la dignidad de personas, el amor propio, el autorrespeto, la decencia en todo, porque todos, juntos, habremos igualmente admitido que ya no somos lo que debiéramos ser y que estamos sumidos en la mayor desgracia de todos los tiempos: la desunión y la desorganizació n frente a un común enemigo que nos fuerza su malsonante idioma."

Al terminar aquella supuesta “Guerra de liberación”, el Presidente Laurel, y sus compañeros de fatigas, Don Claro M. Recto y Benigno Aquino padre, fueron encarcelados por los oficiales del ejército WASP usenses” en 1945. Pero, Buenos abogados que eran, se pudieron defender con razones contundentes además del decidido apoyo que siempre tuvieron del Presidente Manuel Luis Quezón. Cuando el Presidente Quezón se refugió con el Gral. Douglash MacArthur en la isla fortaleza de corregidor, que se encuentra a la entrada de la inmensa bahía de Manila, el segundo le ordenó a Quezón que declare traidores, por colaborar con el enemigo invasor, a Laurel, Recto, Vargas y Aquino. Pero Don Manuel, el hombre sabio e íntegro que era, le dijo que jamás haría semejante barbaridad en contra de sus prominentes compatriotas.

A la larga, los neocolonialistas WASP usense encabezados por el alto comisionado Paul MacNutt y el Gral. MacArthur, tuvieron que retirar sus acusaciones de “colaboradores traidores” en contra de Don José P. Laurel y compañeros. El Presidente Manuel Roxas, que también fue acusado de “colaborador”, declare una amnistía general y los puso libres. Los historiadores filipinos en ingles, por temor a los WASP usenses, adrede omitieron el puesto de José P. Laurel como uno de los presidentes Filipinos, de la misma forma en que han omitido hasta ahora a Macario Sacay de León como tal. Fue el Presidente Diosdado Macapagal el que ordenó que se le reconozca, en los libros de historia obligados en las escuelas filipinas, a José P. Laurel como uno de los presidentes de Filipinas.

Autor: D. Guillermo Gómez Rivera.

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